Madrid 2020, Cataluña 2014

Pensar que una cadena humana te acerca a la independencia es como usar el argumento del café con leche para que te den unos Juegos. Ayer Cataluña tuvo su relajante café con leche en la Plaza Mayor. Si alguien que quisiera hacer una parodia del independentismo dijera que van unos y se visten de amarillo y se dan las manos a las 17:14 para conmemorar su derrota de 1714, parecería en efecto el principio de un chiste.

El convencimiento con que muchos acudieron a la cadena daba un poco de vergüenza ajena, como aquel absurdo autoconvencimiento en el que se aisló Madrid, sin otro indicio que el de su empeño. Para ganar hay que pelear, hay que hacer el trabajo sucio y el limpio y sólo ha de importarte el triunfo final. Tener razón no sirve de nada. Tampoco llevar mucho tiempo intentándolo. Nadie merece nada. Los que pierden, pierden. Los que ganan, ganan. A la Historia sólo le importa el resultado.

La desesperación era el sentimiento más común entre los encadenados. La gran mayoría de los asistentes acudieron a la cadena como quien va a Lourdes. Unos llevaban camisetas contra los recortes sociales, otros contra los bancos y algunos, francamente, querían ahorrarse el psiquiatra. En lo colectivo se enjuagan los fantasmas personales. Cuánta desolación de fondo vi en algunas de las organizadoras del acto. Insólito club del desengaño, por primera vez alguien les hizo caso.

También Madrid solicitó los Juegos, el Príncipe lo dijo en su discurso, como una oportunidad para salir de la crisis, y Tokio arrasó porque presentó su candidatura con el dinero por delante. Las causas no se defienden con tus problemas sino con tus soluciones.

Quien en Cataluña podría buscar soluciones es Artur Mas, que está negociando con Rajoy cómo no hacer la consulta a la que se comprometió; y quien podría haber buscado soluciones para Madrid 2020 era Juan Antonio Samaranch Salisachs, que acordó el año pasado en Londres, con el hoy expresidente Rogge, su inclusión en el Comité Ejecutivo del COI a cambio de no sólo no hacer nada para que Madrid saliera elegida sino de allanarle el camino a Tokio. A fin de cuentas, sólo un miembro del Comité Ejecutivo del COI podría tener credibilidad para filtrar lo que piensan votar sus colegas.

Ana Botella y Artur Mas son un mismo café con leche encadenado y ambos pueden darse ya por finiquitados.